¿Está
la voluntad de un alcalde por encima de nuestra norma más importante? ¿Puede un
alcalde negar el derecho de cualquier ciudadano a investigar, recopilar datos,
acceder a información importante para sus intereses y a difundirla por el medio
que crea más oportuno? ¿Puede negarnos un alcalde un derecho recogido con
siglos de tradición en multitud de cartas, declaraciones de derechos, constituciones
y leyes alrededor del mundo? Las respuestas a todas y cada una de estas
preguntas es siempre la misma. Desgraciadamente sí. A pesar de vivir en una
sociedad avanzada y supuestamente democrática como es la nuestra, aún se dan
casos de este tipo y nos topamos con políticos de la talla del alcalde de
Espartinas. No sabemos muy bien lo que a Domingo Salado le pasa por la cabeza
para negar que los plenos municipales sean grabados y difundidos entre la
población. Tienen que ser razones muy poderosas porque de lo contrario no se
explica cómo puede tomarse la libertad de estar por encima de una ley, piedra
angular de nuestro sistema democrático, y quedarse tan tranquilo. Partiendo de
la base de que precisamente la tranquilidad es una característica de este
señor, sus actos ya no pasan desapercibidos con tanta facilidad. Su rotunda
negativa a realizar este tipo de grabaciones en el consistorio espartinero ha
levantado el rechazo de muchas personas que no entienden qué hay de malo en
hacer llegar al pueblo la esencia de un debate cuya propia naturaleza es
pública. Lo que no saben muchos es que esta ha sido la forma de actuar de
Domingo Salado, de su equipo de gobierno y en definitiva de la herencia
recibida. Así se han hecho las cosas en Espartinas siempre. El silencio por
respuesta a las preguntas de los vecinos. La desinformación como contrataque a
los partidos y grupos políticos minoritarios. No me cansaré de repetirlo las veces que hagan
falta. Si no estás con ellos estás contra ellos. Si eres crítico pagarás un
alto precio por tomarte la libertad de pensar de otra manera, por proponer otra
forma de hacer las cosas. En Espartinas se ha tenido mucho miedo. Ahora se
empieza a perder y una vez que la libertad de expresión irrumpe con la fuerza
que lo ha hecho en nuestra sociedad, ya poco pueden hacer. Y por esto, porque
precisamente ya las represiones no tienen efecto sobre nosotros y porque al
mostrar sin restricciones la realidad política en la que se sustentan podrían
perder el poder, el alcalde niega actividades como las de grabar nuestros
plenos. Lo que no saben los vecinos es que ya en nuestro municipio tuvimos
antecedentes de plenos transparentes. Sucedió solo una vez, pero ahí está. Es
un precedente que bien puede explicar y demostrar lo que siempre defenderé
hasta el final de mis días: a Domingo Salado solo le interesa su bienestar
personal y el de sus cuatro amigos y familiares. Esta es la razón de ser de su
comportamiento, que no se explica de otra manera. Por eso en 1990, con el
escándalo de Juan Guerra en nuestro municipio, el PP de Espartinas convocó un
pleno extraordinario para abrir un expediente sancionador a la empresa del
hermano de Alfonso Guerra, por presuntas irregularidades urbanísticas.
Supuestamente, el primero de ellos había construido parte de su vivienda de
manera ilegal, sin licencia de obras. Al Partido Popular en este caso sí le
convino que medios de comunicación entraran en el pleno municipal y tomaran
nota, grabaran e hicieran las fotos oportunas porque se trataba de ajusticiar a
un socialista, y ni eso incluso. Se trataba de hacer ver a la provincia y a los
pueblos de alrededor que el Gobierno de Espartinas no podía ser más claro,
transparente y justo. Al hablar de justicia no puedo evitar preguntarme qué hubiera
pasado si en vez de ser el hermano de Alfonso Guerra el que se hace
medio chalé ilegal en Espartinas, lo hace el hermano de Manuel Fraga. Una
justicia divina, porque ni qué decir tiene que la historia democrática de
nuestro Ayuntamiento, por así decirlo, se parece más a la historia de alguna
dinastía faraónica que a otra cosa. Dios te pone al mando y los hijos de los
hijos van heredando un cargo que se convierte en vitalicio. ¿Cómo se consigue
esto en plena democracia? Con un aparato de represión psicológica, moral,
social y política en el que participan, como no podía ser de otra manera, aquellos
que obtienen un beneficio directo de este régimen. Aquellos que desempeñan la
labor de guardianes del castillo y que han perdido la dignidad y la razón,
incluso algunos de ellos, por perder, hasta han perdido la memoria. Pero es que
no se les puede pedir más. No podemos estar pidiendo peras al olmo. Ni
esperando que las cosas vengan solas. No podemos estar a disposición de un
Gobierno que ha demostrado con creces que prometer no es un arte fácil.
Imagen del Pleno Extraordinario celebrado en Espartinas en febrero de 1990 con motivo de la sanción a Juan Guerra |